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Rudolf Nuréyev, eterna referencia

NUEVA YORK.– Murió como el gran artista que fue, rodeado de sus seres queridos, pero si el sida no lo hubiese carcomido, Rudolf Nuréyev habría cumplido, el pasado 14 de marzo, 85 años de edad y seguramente seguiría trabajando dentro del mundo del arte.

Conmovida, su biógrafa, la estadunidense LindaMaybarduck, narra en exclusiva a Excelsior la importancia de mantener viva la figura de Nuréyev para con ello lograr darle un carácter trascendental al artista nacido con en el pleno movimiento de un tren Transiberiano:

Mi libro The Dancer who flew (El bailarín que voló) fue la realización de una promesa que le hice a él. Al final de su vida él sentía miedo del olvido y ser un fantasma del pasado.

Rudolf revolucionó el mundo del ballet, tenía el talento para comprender que la presencia de los bailarines varones era fundamental para el ballet. Pero no sólo como mera presencia que acompañaba a una bailarina sino como un personaje con su propia dramaturgia interna.

En plena guerra fría, Nuréyev logró crear un Lago de los Cisnes, no desde la perspectiva de la cisne encantada, sino desde el punto de vista del príncipe Sigfrido, con ello revolucionó la danza, porque demostró su conocimiento coreográfico y musical, y modificó aspectos fundamentales que trascendieron por la fuerza del virtuosismo.

También decidió que quería probar otras técnicas de entrenamiento, logró limpiar la suya que, aunque era soviética, no estaba del todo perfecta”.

Viajó a Dinamarca, Francia e Inglaterra para aprender lo que define a una escuela en el terreno estético. De esa manera optó por conocer e interpretar la danza contemporánea y buscó a Martha Graham y a Paul Taylor para bailar con ellos bajo su tutela.

Él revolucionó la forma de concebir la danza y con el cambio del ballet le dio sentido al tener un repertorio que incluyera una perspectiva contemporánea.

Además, popularizó la danza entre los jóvenes, y al mismo tiempo navegó sobre el mundo fiscal que viven los bailarines y las leyes que exigen retribuciones y pago de impuestos.

En alguna ocasión, ya muy enfermo, quería dirigir a la orquesta para su Romeo y Julieta. Era la orquesta del MET. Se aceptó que lo hiciera, sin pagarle nada. Los boletos se vendieron en 10 mil dólares. A él no le importó”.

Linda considera a Nuréyev como su mentor y agradece la oportunidad de haber bailado con él, como solista, enseñándole cómo se llena un escenario de magia cuando todo está puesto para ello.

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